domingo, 11 de noviembre de 2007

Los diccionarios de Writer

A pesar de sus muchas virtudes, Writer tiene algunos defectos, entre ellos están que las opciones de búsqueda no son tan numerosas como en Word, y que añadir diccionarios es una complicación. Ya me había pasado cuando migré de Word a Writer en Windows, y es que, a diferencia de Word, los diccionarios no son un simple archivo de texto *.dic, sino algo más. Y para complicarlo no hay una manera de añadir un archivo *.dic que ya se tenga hecho desde otra aplicación. Lo que nos queda es extraer las palabra y añadirlas una a una desde la opción del corrector ortográfico.


No sé si Linux-Debian-Ubuntu gestionarán los *.dic de la misma manera que gestiona los tipos de letra. ¡Ojalá fuera así! Pero yo no lo he encontrado. Y claro, como no tengo un diccionario pequeñito sino un monstruo de más de 4.000 palabras especializadas: Geografía, Arte, Historia, Ajedrez y algunas cosillas más, me enfrento a un problema. Para más inri desde la última vez había añadido algunos cientos, si no miles, de palabras más; y lo peor era que abrir el *.dic con el editor de textos no sirve, porque no reconoce los caracteres.


La alternativa era abrirlo con el propio Writer, que sí reconocía las palabras, pero incluía códigos raros. Bueno la verdad es que los códigos raros eran un comando al principio, muchos #, y eñes, vocales acentuadas, ues con diéresis y otras tildes. Afortunadamente una vez suprimidos todos los # por el simple método de buscar y sustituir por un espacio, el texto quedaba bastante limpio. Si se copia y se pega en el editor de textos aparecen todos los acentos, eñes y demás tildes; y además se borran todos los códigos internos, así que si se copia y se pega otra vez en Writer se vuelven a tener las palabras listas para añadirlas al diccionario, una a una, eso sí.

¿Les conté lo del ratón?

Pues va y resulta que me quise comprar un ratón inalámbrico nuevo para mi flamante portátil, y voy a una tienda de esas de buen precio y pido uno. Como tengo sistema operativo nuevo, y aunque ya había comprobado que el de un amigo funcionaba sin problemas, pido al dependiente poder probarlo. El maldito ratón viene incrustado en un envase enorme del que hay que liberarlo. Con la confianza que da la ignorancia rompo el plástico por completo, meto el «lápiz» en el USB, y no pasa nada, o peor ¡no funciona! Estoy desolado. ¿Es mi sistema operativo que no lo reconoce? ¿Necesita drivers? En la caja no vienen. ¿O es el ratón que no funciona? Se lo llevo al dependiente. Lo mete en su ordenador y... ¡No funciona! ¡Maldita sea! He ido a dar con el único ratón inalámbrico del mundo que viene estropeado de fábrica. Y para más inri en la tienda no tienen otro. Allí se queda el ratón estropeado y la caja destrozada.

En fin, me marcho de la tienda sin mi ratón y busco otra, de las de precio ajustado. Pido un ratón inalámbrico y decido probarlo allí mismo no sea que... Afortunadamente esta vez se puede abrir la caja sin necesidad de romperla. Vuelvo a meter el «lápiz» en el USB y ¡No funciona! No puede ser. Entonces, el amable dependiente me dice: —Esto les pasa a muchos. Verás hay que apretar aquí, y me descubre un botón en el «lápiz», y aquí, y me enseña un botón en el ratón. ¡Y todo comienza a funcionar como por arte de magia!

Root y los nuevos usuarios

No sé si se acuerdan de que no podía entrar como Root en Ubuntu. Pues el caso es que parece que en ésta distribución eso está desactivado, según cuenta la Guía de Ubuntu. El caso es que, al parecer, para que uno no se olvide de que está trabajando como administrador del sistema, que puede ser muy peligroso, en Ubuntu se permite hacer esas funciones dando una clave y durante unos minutos. ¡Qué bien!

Bueno, bien bien... tampoco. Claro si estoy como un usuario que tiene privilegios de administrador y hago una de esas funciones y me olvido de salir y sigo navegando por la red y me meto donde no debo y se me calienta la cabeza acabo por volverme mico. Lo mejor, pensé, será trabajar, normalmente, como usuario que no tiene privilegios de administrador, así que voy y me decido a hacerme un usuario que no los tenga. Es bastante fácil, cuando se va a Sistema > Administración > Usuarios y grupos y le se da a Añadir usuario y deja elegir entre usuario de escritorio, usuario sin privilegios y administrador.

Resulta que el nuevo tiene un otro escritorio, y carpetas diferentes con sus documentos; y no se puede acceder a los archivos del otro así por las buenas. ¡Cómo les cuento! ¡Estoy por hacerme un usuario canalla! Por no andar configurándolo todo otra vez pensé, mejor le doy privilegios de administrador al usuario que acabo de crear y se los quito al que tengo. Por este orden claro, no sea que me vaya a quedar sin usuario administrador y la liemos.

Al final lo de no poder compartir documentos es un problema, porque no me puedo bajar un archivo como usuario de escritorio y luego instalarlo como usuario administrador. Seguro que se puede, pero mientras no sepa cómo lo que he hecho es una tontería, así que me voy a dar privilegios de administrador en el usuario habitual.

La aventura del botón Off

Cuando a la vez tropecientosmil en lugar de cerrar la ventana me salió la opción de apagar el ordenador decidí que tenía que hacer algo. Y es que en el escritorio Gnome, tal y como me lo pusieron, el botón de Off que lanza la ventana de apagar, suspender, hibernar, cambiar de usuario, etc. está justo encima y a unos milímetros de la x que cierra las ventanas, así que bien por la torpeza de mis dedazos, bien por despiste, le doy tantas veces a apagar el ordenador como a cerrar la ventana.

El caso es que me tenía loco el dichoso botoncito. En principio lo mejor era cambiarlo de sitio; en la misma barra pero al otro lado. Dispuesto a todo lo pinché y lo arrastré, con tan mala fortuna que se me fue a la barra vecina, la de las aplicaciones. Claro, yo no quería que estuviera ahí, sino en su parte de la barra, al otro lado del icono de la pila, que es lo más lejano a los botones de las ventanas y dentro de su sitio. Me armé de valor y pinché de nuevo el icono, lo arrastré hasta donde quería y el c... de él se volvió donde estaba. Una vez más tuvo el mismo resultado, y a la enésima, cuidando bien de soltarlo entre dos iconos volvió a la parte de la barra que le correspondía, pero no exactamente donde yo quería, así que decidí moverlo de nuevo. El resultado fue, como os imaginaréis, que acabó donde no debía. No sé cuánto estuve con el maldito icono de aquí para allá, pero a final me harté, dí al botón derecho y pinché en quitar del panel sin la menor vacilación. En el fondo esperaba que podría volver a ponerlo en el panel y aparecería donde estaba al principio, pero las cosas no son siempre como uno desea, y no veo manera de hacer que vuelva mi añorado botón Off, ¡Sniff! Ni siquiera puedo recuperar el icono arrastrándolo desde el menú de «Sistema» hacia el escritorio o la barra. ¡Menos mal que ese sí sigue ahí! Y no he perdido la función. Por lo menos, ya no he vuelto a apagar el ordenador tratando de cerrar una ventana.

Post Data. Al final recuperé el botón arrastrándolo desde el icono del menú a la barra, y no al escritorio.

Linux versus Vista

He visto el Vista (alguien debería reflexionar algún día sobre lo irresistible de los chistes malos). El caso es que ya conozco a algún incauto que se ha comprado un ordenador nuevo y se lo han plantado con Windows Vista: con sus nuevos azules, sus iconos diferentes, sus renovados menús y sus flamantes funciones. Me enteré de que lo tenían porque me vinieron preguntando dónde está un no se qué que en el Windows XP estaba en no sé dónde; en Linux soy novato pero en Windows soy un «enterao». Yo, por supuesto, respondí: ¡Ah! No me digas. Yo me he pasado a Linux. Y mi aureola de gurú informático se salió de la habitación.

El caso es que, y créanme, para acostumbrase a nuevos colores, iconos diferentes, menús renovados y flamantes funciones, tanto trabajo es descornarse con el Linux que claudicar con el Vista. ¡Y no cuesta un dólar! (Que no vale un euro). ¡Y nada pirata! ¡Todo legal! ¡Y qué viva la SGAE!

De paseo con el portátil

Pues sí. En el poco tiempo que hace que lo tengo lo he paseado algunos días, sobre todo en busca del wifi libre. En mi pueblo hay una red a la que se puede acceder, pero es de ese organismo público que se llama Red.es, que da servicio a bibliotecas y cibercafés rurales. Es una alternativa interesante, pero todo en esa red está «capado», los ordenadores tienen quitadas las funciones de teclado y del botón derecho, y todo lo que se baja se borra en cuanto se apaga la sesión, pero es una alternativa. Red.es deja conectarse durante un tiempo determinado (hora u hora y media al día), pero para hacerlo hay que darse de alta, así que allí dónde esté es una alternativa de urgencia muy interesante. Por supuesto, con el portátil propio el ordenador no está «capado», y cuando se conecta el navegador va a una página para acceder como usuario, antes de nada. La lástima es que nunca se sabe el tiempo que queda.

Dicen que en la capital hay wifi libre en las zonas más turísticas y algunos parques, pero lo cierto es que yo no las he encontrado, o están desactivadas. Bueno, miento a medias, en algunos sitios turísticos sí que hay conexión wifi libre, pero no es la que publicita el ayuntamiento, sino de particulares, cafeterías y hoteles. Una pena. A lo peor es verdad que no se puede poner wifi libre en toda la ciudad, ¡pero en algunos lugares! Eso seguro que sí.

Y luego está lo de los cafés con wifi gratis. Parece fácil ¿verdad? Entro, me siento, me pido un café, me dan la contraseña y a navegar. ¡Pues soy incapaz! Por más que introduzco la clave que me escriben en una servilleta, el ordenador busca y busca y no conecta ni «pa trás». Y no soy tan torpe introduciendo contraseñas. Hasta pongo la función «mostrar frase de contraseña», para asegurarme, y no hay manera. Y otros sí pueden ¡Qué desgracia! ¡Ah! Y qué no haya una red inalámbrica de un particular desprotegida. Como se enganche a ella no he visto más solución que reiniciar. ¡Jesús qué cruz!

domingo, 4 de noviembre de 2007

Aproximación a las utilidades de ajedrez

Al final, ya lo veréis, esto va a ser lo más complicado. Los linuxeros saben mucho de informática (gracias a Dios) pero de otras cosas... De todas formas me lo maliciaba.

Navegando por la red tuve una gran alegría. Ni Fritz (Chessbase), ni Rybka, ni Rebel tienen versión para Linux, pero sí Shredder, que es uno de los más grandes. Eso sí, un archivo .tar.gz que primero tengo que saber cómo compilar, etc.

Lamentablemente tuve una decepción, y es la dificultad para jugar en línea. Mi sitio favorito, que es, como para muchos, el sitio de Chessbase, no está disponible porque para acceder a él se necesita un programa de Chessbase y no hay versión Linux. El otro sitio que me gusta mucho, casi más, es Interajedrez. Usa un programa llamado Tacom, y tampoco tiene versión Linux; pero se puede jugar con Java. Lamentablemente, y no sé porqué, en el Java que se instala como plugin en Firefox para Ubuntu le faltan funciones, entre ellas la de pasar de un tablero a otro, con lo que no se puede acceder a un tablero vacío y configurar tu partida; así que resulta inútil, bueno muy poco útil. Curiosamente si entro en Java desde mi otro ordenador, con Windows, sí aparecen estas funciones. Yo creía que el Java era igual en todas las plataformas, pero se ve que no.

Y ¿cómo se instalan programas?

Vale, fueron muy listos y me instalaron todos los programas que necesito, pero yo soy muy raro y quiero más. Necesito saber cómo se instalan programas. No parece muy difícil. La Guía Ubuntu recomienda un programa llamado Synaptic para hacerlo, así que me lanzo. Para empezar me bajo la nueva versión de Firefox. Descubro que Firefox no se actualiza automáticamente como en Windows, y presumo que nada se actualiza automáticamente, por aquello de que para instalarse necesitan permiso. No sé si me gusta esto.

Pero a lo que vamos. Me bajo la nueva versión de Firefox, que es un archivo que termina en .tar.gz Pincho en él y parece que está comprimido, así que lo descomprimo. Lanzo Synaptic y no entiendo nada. No puedo encontrar el archivo que me acabo de bajar para instalarlo. Lo que sí aparece es un montón de aplicaciones unas instaladas y otras no, que supongo que estarán en el CD, pero yo no quiero instalar una aplicación del CD, sino una que me he bajado de la Red. Pensé que todo el problema era que tenía que estar como Root (el administrador del sistema) pero va y resulta que no puedo entrar como Root. Eso lo tengo que preguntar, porque la opción de cambiar de usuario no vale, y entrar directamente según se enciende el ordenador tampoco.

Al final me voy al canal IRC de Ubuntu y pregunto. La verdad es que no es fácil hablar con gente que sabe de lo que se habla, sobre todo si tu no sabes cómo expresarte, pero al final entendí algo.

Para instalar un programa debe de estar en una extensión que es .deb, y eso se instala solo, como los .exe de Windows. De hecho me bajé el Skype que ya está en .deb y se instaló con toda facilidad, tras preguntarme la clave. Pero los .tar.gz en que están muchos de los programas son el código fuente, y, previamente, hay que «compilarlos» que debe de ser convertirlos en un archivo .deb, y vaya usted a saber cómo se hace eso. Ya os lo contaré.

Writer y la aventura de las fuentes

Mi procesador de texto favorito, ya lo he dicho, es el de OpenOffice, esto es Writer. También lo uso en Windows y lo tengo a mi gusto, así que quise configurarlo igual. Fue un poco duro, no lo niego, porque aunque hay que toquetear en los mismos sitios, hace tanto tiempo que lo hice que ya no me acordaba. Me molesta especialmente la sugerencia de palabras a medida que se escribe, llamadme raro. Recorrí casi la mitad de las opciones del programa para redescubrir que estaba en Herramientas > Corrección automática > Completar palabras. Y también me molesta que me haga un enlace cuando escribo una dirección URL o una dirección de correo electrónico. Esto me costó más, y eso que estaba muy cerca: Herramientas > Corrección automática > Opciones > Reconocer URL. Otras cosas, como la de sustituir las comillas que vienen por defecto por las españolas («») me resultaron más fáciles.

La mayor sorpresa que me llevé fue que apenas tenía fuentes (tipos de letra), y eso era todo un problema, sobre todo porque no sólo le faltaban los tipos de letra que yo usaba, sino que no tenía las más habituales. Cómo incluir más fuentes.

Antes de saber cómo había que decidir cuáles, así que busqué en Windows la carpeta donde se guardan las fuentes y las copié todas al pendrive, sin saber si valdría. Las llevé allí un par de días antes de buscar información de cómo instalar fuentes. Al final, cacharreando vi una aplicación sorprendente: Instalador de tipos de letra. ¡Pues nada! ¡A insalar!

Introduje el pendrive en el USB, lancé el instalador, pero algo no iba bien, no podía encontrar el pendrive en las opciones de búsqueda de carpetas del instalador. Sí podía encontrar mi archivo home, y el escritorio, así que no había problema: arrastré la carpeta llamada Fonts al escritorio, y una vez allí la busqué con el instalador e instalé (Valga la redundancia) todas las fuentes sin problemas. Arranqué el Writer y allí estaban, así que configuré el procesador a mi gusto.

Sólo quedaba borrar la carpeta Fonts del escritorio, pero para mi sorpresa no podía, ni borrarla, ni moverla, ni hacer nada con los archivos que tenía dentro. Al icono le había salido una casita y me decía que no tenía permiso para borrarla. ¿Pero cómo que no tengo permiso? ¡Si es mía! ¡Ahí la he puesto yo! Desesperado, de momento la dejé.

Al día siguiente, más tranquilo, puse el ratón sobre la dichosa carpeta, le dí al botón derecho, y apareció el menú contextual. Fui a propiedades y vi la pestaña de «permisos». Resultó que yo era el propietario, pero que tenía activado el permiso de «Acceder a archivos» pero no el de «Crear y borrar archivos». Cómo sucedió esto no lo sé, pero cambié el modo y pude borrar la carpeta. Así me enteré de cómo funciona esto de los permisos en Linux.

Ahora, para tener por completo apunto Writer necesito instalar los diccionarios que tenía en Windows. Son muchas palabras raras que uso normalmente, pero esa será otra historia.

Los primeros pasos

Cuando tuve más tiempo me puse delante del portátil y empecé a cacharrear con los programas. Pero ver qué pasa, así por las bravas, da un no sé qué. Enseguida encontré dos sitios en la red que me van a ser de mucha utilidad la Guía Ubuntu y el IRC de Ubuntu en Freenode.

Lo primero que pregunté en el IRC de Ubuntu fue si era verdad eso de que no necesitaba antivirus para Linux, a fin de cuentas, yo había visitado la página de Alerta antivirus y encontré algunos para Linux, pero la respuesta fue clara y unánime: los virus necesitan instalarse y no tienen la clave con que se hace.

Empecé a meterle por el USB todo lo que tenía a mano, y todo lo hizo funcionar: pendrive, ratón inalámbrico, cámara de fotos. Bueno, no todo. Mi PDA (Pocket PC con Windows CE) no la reconoció, pero a lo peor hay que hacer algo y no sé que es. El Bluetooth lo dejo para más adelante.

Demasiado bonito. Emocionado copié todos mis archivos personales de Windows en unos DVD y los pasé a mi partición en Linux. Lamentablemente no todo fue tan bien como cabría esperar. No hubo ningún problema en la transferencia de datos, ni nada por el estilo, pero los nombres de los archivos con vocales acentuadas y con eñes aparecieron con símbolos raros. Sólo hay que cambiarlos a mano, por las mismas letras acentuadas y eñes, pero es un coñazo.

Me puse a navegar por la red con Firefox. Como ya he dicho soy usuario, también, de este programa en Windows, así que lo tengo configurado a mi gusto, y quise ponerlo igual. Me bajé los buscadores del DRAE, el CREA y el «Dudas», y los complementos de ChatZilla y el diccionario de español. Lamentablemente este diccionario no es muy útil. Algo pasa que considera falta todo, como si le faltase el archivo de palabras. Habrá que investigar más o prescindir de él, pero es una lástima. Es una herramienta muy útil para cuando se escribe deprisa un correo y cosas así.

También creía que me iba a librar de algunas ventanas emergentes, bueno no son ventanas emergentes, sino ventanas incrustadas en las que se abren. Sé que hay utilidades para evitarlas, pero las que conozco me parecen engorrosas.

En encendidos sucesivos también aparecieron otros problemas. No siempre al encender el sistema se activa correctamente a la primera, problemas con un tal X.

El encendido del portátil

Desde que me llegó el ordenador no pude pensar en otra cosa que en encenderlo, pero tuve que esperar toda la mañana para encontrar un momento libre entre mis obligaciones. Por fin le dí al botón. Empezaron a pasar pantallas, una de Kubuntu, que me decía la distribución de Linux que tenía. Por fin se paraó en una pantalla que me pedía el nombre de usuario; y tras escribirlo otra similar que me pedía la clave. Esto, ya lo sabía, es impepinable en Linux. Puse los datos que me habían indicado en una oportuna carta y apareció el escritorio de mi flamante portátil con Linux.

A parte de los colores, y de una barra arriba y otra abajo, todo era tan parecido al escritorio al que estaba acostumbrado que asustaba. En seguida me puse a cacharrear por la barra de arriba, que es donde vienen las aplicaciones. Seguí las instrucciones para acceder a mis datos de usuario y cambié la clave de acceso. Por fin me fijé en un icono con un par de monitores. Toqué aquí, toqué allí, y ya estaba conectado a Internet con mi conexión Wifi. ¿Cómo podía ser tan fácil? Incluso apretando el botón derecho sobre el escritorio aparece un menú contextual para cambiar la apariencia y esas cosas. Lo más misterioso era un icono que ponía «respaldo». Pregunté y resultó ser la partición donde yo debía guardar mis archivos.

Los programas que me venía instalados por defecto eran justo los que más uso, y lo necesario para comenzar sin miedo. Luego, hay un montón de aplicaciones y opciones del sistema que no sé para qué sirven, pero todo es cuestión de abrirlas y ver qué pasa. Había visto lo suficiente para la primer vez.

Harto de Microsoft

No aguanto la prepotencia de Microsoft, ¡qué le voy a hacer! Desde que anunció el Windows Vista, y comprendí que si lo quería necesitaría comprarme un ordenador más potente hice propósito de pasarme a Linux. Conocía Linux de oídas, de leer artículos e insertarme por él en la red. Desde hace mucho tiempo no tengo en mi PC de sobremesa ningún programa pirata, porque siempre busco la alternativa GNU y suele haber una versión para Linux y otra para Windows: Office se sustituye sin problemas por OpenOffice, el navegador Explorer por Firefox, Photoshop por Gimp y así todo. Bueno, casi todo, soy un aficionado obsesivo de ajedrez y ahí no encontraba alternativa seria, y quiero decir seria, no me vale un programa cualquiera, ha de ser equivalente a Fritz o mejor. En este sentido mi transición a Linux no sería un problema, pero ¿y el hardware? ¿y dónde compro un ordenador con Linux preinstalado?


En fin, por más que busqué por la red no encontraba un portátil, era lo que quería comprar, PC de sobremesa ya tengo, con Linux. Mucho se habla de Dell, de Acer, y de otras marcas, pero (desde España por lo menos) no hay manera de pedirles un portátil con Linux. Al final encontré una alternativa interesante http://www.portatilesconlinux.com/index.php No es que tengan ordenadores muy baratos, pero es un precio muy interesante, comparados con máquinas de las mismas características. Podría haber comprado un ordenador más barato con Windows y luego instalar Linux, pero, a parte de que no sé instalar Linux y tendría que haber recurrido a algún conocido, no me daba la gana de darle un duro a Microsoft; y menos si no pensaba usarlo. Además, esta página está sostenida por una empresa identificable de O Grove (Pontevedra, España). Tras el intercambio de unos correos electrónicos, me decidí y compré el portátil con ellos. Pagué y el portátil me llegó en muy pocos días. Todo muy correcto.