domingo, 4 de noviembre de 2007

Writer y la aventura de las fuentes

Mi procesador de texto favorito, ya lo he dicho, es el de OpenOffice, esto es Writer. También lo uso en Windows y lo tengo a mi gusto, así que quise configurarlo igual. Fue un poco duro, no lo niego, porque aunque hay que toquetear en los mismos sitios, hace tanto tiempo que lo hice que ya no me acordaba. Me molesta especialmente la sugerencia de palabras a medida que se escribe, llamadme raro. Recorrí casi la mitad de las opciones del programa para redescubrir que estaba en Herramientas > Corrección automática > Completar palabras. Y también me molesta que me haga un enlace cuando escribo una dirección URL o una dirección de correo electrónico. Esto me costó más, y eso que estaba muy cerca: Herramientas > Corrección automática > Opciones > Reconocer URL. Otras cosas, como la de sustituir las comillas que vienen por defecto por las españolas («») me resultaron más fáciles.

La mayor sorpresa que me llevé fue que apenas tenía fuentes (tipos de letra), y eso era todo un problema, sobre todo porque no sólo le faltaban los tipos de letra que yo usaba, sino que no tenía las más habituales. Cómo incluir más fuentes.

Antes de saber cómo había que decidir cuáles, así que busqué en Windows la carpeta donde se guardan las fuentes y las copié todas al pendrive, sin saber si valdría. Las llevé allí un par de días antes de buscar información de cómo instalar fuentes. Al final, cacharreando vi una aplicación sorprendente: Instalador de tipos de letra. ¡Pues nada! ¡A insalar!

Introduje el pendrive en el USB, lancé el instalador, pero algo no iba bien, no podía encontrar el pendrive en las opciones de búsqueda de carpetas del instalador. Sí podía encontrar mi archivo home, y el escritorio, así que no había problema: arrastré la carpeta llamada Fonts al escritorio, y una vez allí la busqué con el instalador e instalé (Valga la redundancia) todas las fuentes sin problemas. Arranqué el Writer y allí estaban, así que configuré el procesador a mi gusto.

Sólo quedaba borrar la carpeta Fonts del escritorio, pero para mi sorpresa no podía, ni borrarla, ni moverla, ni hacer nada con los archivos que tenía dentro. Al icono le había salido una casita y me decía que no tenía permiso para borrarla. ¿Pero cómo que no tengo permiso? ¡Si es mía! ¡Ahí la he puesto yo! Desesperado, de momento la dejé.

Al día siguiente, más tranquilo, puse el ratón sobre la dichosa carpeta, le dí al botón derecho, y apareció el menú contextual. Fui a propiedades y vi la pestaña de «permisos». Resultó que yo era el propietario, pero que tenía activado el permiso de «Acceder a archivos» pero no el de «Crear y borrar archivos». Cómo sucedió esto no lo sé, pero cambié el modo y pude borrar la carpeta. Así me enteré de cómo funciona esto de los permisos en Linux.

Ahora, para tener por completo apunto Writer necesito instalar los diccionarios que tenía en Windows. Son muchas palabras raras que uso normalmente, pero esa será otra historia.

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